En una tarde perfecta para el fútbol, el campo fue testigo de un duelo vibrante en la categoría Juvenil Preferente (Grupo B), donde el Ferriolense logró una sorprendente y heroica victoria por 3-2 ante el Baleares, líder destacado de la clasificación con 56 puntos. Los locales, ubicados en la octava posición con 31, demostraron que en el fútbol no hay imposibles.
Desde el pitido inicial, el partido se jugó con una intensidad desbordante. El Ferriolense salió con todo, dominando el medio campo y generando peligro constante por las bandas. Su actitud dejó claro que no estaban dispuestos a ceder terreno, pese a la diferencia de puntos. El Baleares, por su parte, apostó por ataques por la izquierda, pero se encontró con una defensa local muy sólida que supo contener los intentos visitantes. La primera mitad terminó con un empate a cero, pero con la sensación de que cualquier cosa podía pasar.
La segunda parte no defraudó. El Baleares abrió el marcador en el minuto 54 gracias a un gol de Bartolomé J. Fontanet, que parecía encaminar el partido hacia el guion esperado. Sin embargo, el Ferriolense respondió con carácter. En el minuto 65, Santiago Navarro empató el encuentro, desatando la euforia local y los nervios en el equipo visitante.
Solo tres minutos después, en el 68, una jugada polémica en el área del Baleares terminó en penalti. Ángel Ghioc no falló desde los once metros y puso el 2-1 para los locales. La tensión subió aún más y en el minuto 77, Bartolomé Fontanet fue expulsado, dejando a su equipo con uno menos en el tramo más caliente del encuentro.
Pese a la inferioridad numérica, el Baleares no bajó los brazos y logró el empate en el minuto 88 con un gol de Javier Suárez. Pero el Ferriolense no se dio por vencido. Apenas reanudado el juego, Yordanov Yordanov protagonizó una acción fulminante que culminó con el 3-2 definitivo en el minuto 89, desatando la locura entre los aficionados locales.
Un partido memorable que demuestra que en el fútbol nada está escrito. El Ferriolense firma una victoria de prestigio y lanza un mensaje claro: en casa, no se rinde ante nadie.
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