Esta tarde fuimos testigos de una escena que resume a la perfección el espíritu del fútbol base: la sesión de entrenamiento de porteros más jóvenes del CD Ferriolense. Bajo un sol implacable y temperaturas que exigían el doble, estos pequeños valientes demostraron que la pasión por el fútbol no entiende de edades ni de climas.
En una posición tan ingrata como decisiva, donde pocos quieren estar, ellos se entregaron por completo. Cada explicación de los entrenadores fue recibida con una atención ejemplar; cada ejercicio, repetido una y otra vez con una mezcla de esfuerzo, disciplina y entusiasmo que emocionaba. Más allá de la técnica, lo que brillaba en sus ojos era la ilusión por aprender y la entrega total por superarse día tras día.
Los entrenadores, cercanos y comprometidos, se encargaron de guiar a estos pequeños con afecto y profesionalismo. Más que una simple práctica, se vivió una auténtica clase de valores deportivos: constancia, respeto, compañerismo y superación personal.
Verlos lanzarse al suelo, estirarse hasta el último centímetro o simplemente escuchar atentos cada corrección fue una muestra clara de que en el CD Ferriolense se están forjando futuros defensores de la portería… pero también personas con carácter y corazón.
Aunque aún quedan muchos años por delante, no cabe duda de que estos porteros en miniatura están dando sus primeros pasos con una convicción admirable. Son pequeños en estatura, sí, pero gigantes en actitud.
El futuro bajo los palos del Ferriolense parece estar en muy buenas manos.
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